Ahora que estoy aprendiendo sobre bebés, me enteré que desde que nacemos establecemos hitos que nos permiten identificar lugares y personas y que por lo tanto nos permiten ubicarnos en un tiempo y espacio. Ocurre de la misma forma con la fotografía documental. En una fotografía que tiene un sentido pragmático y un carácter utilitario, como en la fotografía de arquitectura, hay hitos que se vuelven improntas de la realidad que nos ofrece detalles contextuales. Me explico. El mototaxi parqueado afuera del proyecto que se fotografía dice mucho sobre el contexto en el que se emplaza la arquitectura y, por lo tanto, de la obra en sí misma, haya sido esta pensada o no para acoplarse a su entorno.
Judith Butler, cuando ensaya sobre la imagen fotográfica menciona que esta puede interpretarse sin necesidad de tener textos que la acompañen. Siguiendo el hilo de esta idea, pienso en Susan Meiselas. Al ver sus fotografías, no es necesario leer una memoria para interpretar que las imágenes retratan un conflicto civil bélico porque están cargadas de simbolismos. Pero tal vez Butler no se había enfrentado a la post producción digital ni peor aún a la inteligencia artificial. ¿Cómo podemos interpretar una imagen que ha sido manipulada y carece de información que la contextualice?
En una ocasión nos solicitaron hacer el reportaje fotográfico de un edificio comercial en el centro de Guayaquil. El pedido del estudio que lo diseñó fue que no se vieran los cables y que no hubieran ni personas ni carros. Las fotos tuvieron que hacerse un domingo a las 06h00 cuando el edificio estaba cerrado al público. Entonces el centro de Guayaquil que es caluroso, caótico y ruidoso, se convirtió en un metacentro, propio del metaverso, pulcro y sin gente. El resultado estético que esperaba el estudio de arquitectura por supuesto que fue satisfactorio, pero fue necesario mostrar un escenario poco usual y trabajar extensamente en la post producción. Al final, el reportaje fotográfico quedó totalmente descontextualizado. Terminó siendo un edificio pulcro en un lugar pulcro.
Un criterio que estudiamos a profundidad mientras cursaba la maestría, trataba sobre la idea universal de la modernidad que llegó a Ecuador en los años 20´s y cavó muy profundo en las estructuras mentales. Los primeros álbumes de ciudad obviaban la presencia de personas en las fotografías urbanas bajo la consigna de mostrar un país civilizado y de progreso. Así se evidencia en el libro Guayaquil a la Vista (1910).
De cierta manera, datos como este explican la actual necesidad de sobre estetizarlo todo. Son remanentes culturales del nacimiento de la modernidad. Y en el afán de controlar las estéticas arquitectónicas, a diario recibimos requerimientos de borrar a los vecinos, cercas eléctricas que no fueron contempladas, señalética vial, elementos arquitectónicos que mal resolvieron los constructores, postes, cables, basureros, extintores, carros, letreros comerciales. Cada vez que me siento a la computadora a cumplir los requerimientos de sustracción de los elementos que aparecen en las fotografías, me pregunto: Si como arquitecto/a no me siento cómodo/a con la proxemia que tiene el vecino respecto a la casa que diseñé, ¿por qué no plantear desde el inicio una propuesta que esté alejada del vecino en vez de borrarlo en Photoshop?
Por ahora no nos han pedido agregarle una casa vecina a una cabaña que se encuentre en medio del bosque y por muy ilógico que esto suene, es el mismo mecanismo de operación.